REPORTAJE: TALENTOS QUE ARRIESGAN
El negocio de la añoranza
Goya Nativo vende alimentos para latinoamericanos
PEPE VARELA 17/08/2008
Harinas de haba o cebada tostada; jugo de guanábana, mango o tamarindo; crema de choclo; cerveza Quilmes o Brahma; empanada de plátano verde; mantequilla de maní..., y así hasta 300 referencias de alimentos importados de América Latina. Tras el amplio ventanal de su despacho, situado en una nave industrial de Casarrubios del Monte (Toledo), Agustín Lama, fundador y gerente de la empresa Nativo -hoy Goya Nativo-, observa el colorido de los anaqueles en los que están ordenados los productos.
El creador de la firma de importación y distribución de productos para emigrantes latinoamericanos parece que estuviera aún donde empezó, en un pequeño ultramarinos de Guayaquil -"la segunda ciudad de Ecuador y su puerto más importante", a la que llegó con su familia a los 21 años y, al poco tiempo, abrió una pequeña tienda de alimentos españoles-. Con trabajo, suerte y las ventas a ecuatorianos que habían vivido en Europa, "en aquella época, aparte de algunos técnicos que estaban en obras de Agromán y Dragados, no había más de 5.000 españoles en Ecuador", recuerda, "y es entonces cuando descubrí las posibilidades de negocio de la nostalgia".
El negocio de la añoranza
Goya Nativo vende alimentos para latinoamericanos
PEPE VARELA 17/08/2008
Harinas de haba o cebada tostada; jugo de guanábana, mango o tamarindo; crema de choclo; cerveza Quilmes o Brahma; empanada de plátano verde; mantequilla de maní..., y así hasta 300 referencias de alimentos importados de América Latina. Tras el amplio ventanal de su despacho, situado en una nave industrial de Casarrubios del Monte (Toledo), Agustín Lama, fundador y gerente de la empresa Nativo -hoy Goya Nativo-, observa el colorido de los anaqueles en los que están ordenados los productos.
El creador de la firma de importación y distribución de productos para emigrantes latinoamericanos parece que estuviera aún donde empezó, en un pequeño ultramarinos de Guayaquil -"la segunda ciudad de Ecuador y su puerto más importante", a la que llegó con su familia a los 21 años y, al poco tiempo, abrió una pequeña tienda de alimentos españoles-. Con trabajo, suerte y las ventas a ecuatorianos que habían vivido en Europa, "en aquella época, aparte de algunos técnicos que estaban en obras de Agromán y Dragados, no había más de 5.000 españoles en Ecuador", recuerda, "y es entonces cuando descubrí las posibilidades de negocio de la nostalgia".
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