Historias de familia
Valiosa película acerca del multiculturalismo, cada vez más dominante en Occidente. La trama, ampliamente coral, gira alrededor de Slimane, patriarca sesentón de una familia de origen magrebí residente en una ciudad francesa costera. Divorciado de su esposa, el hombre mantiene una relación con una mujer que tiene una hija adolescente. Tiene tres hijos: una mujer, casada y madre de familia, y dos hombres, uno joven inexperto, el otro un tarámbana que engaña a su mujer con toda fémina que se le pone a tiro. A una relación familiar complicada -los suyos no acaban de aprobar que esté con otra mujer-, Slimane suma la pérdida de su trabajo en el puerto. Los hijos creen que es la ocasión de que vuelva a la tierra de sus ancestros, pero Slimane ha pensado en remozar un viejo barco y convertirlo en restaurante; ello le permitiría continuar su nueva vida sentimental, y hasta podría mejorar el trato con su ex mujer, pues es una excelente cocinera, que prepara a las mil maravillas el cuscús.
El tunecino Abdellatif Kechiche está desarrollando una interesante y premiada carrera en Francia, pues ya destacó con La escurridiza o cómo esquivar el amor, y el film que nos ocupa le valió el Gran Premio del Jurado en Venecia además de 4 César, incluido el de mejor película. Con un magnífico sentido del tempo no apto para todos los paladares -es necesario entrar al juego del parsimonioso ritmo narrativo, pero el envite merece, de verdad, la pena-, el cineasta va pintando personajes y situaciones, que cobran vida como por arte de magia. Hay una estructura que combina el moverse de aquí para allá a distintos escenarios, y los momentos de detenerse y dejar que los actores se explayen hablando, hasta que llegamos a conocerles y a amarles.
Hay como dos niveles temáticos en los que merece ser analizado este film. Uno sería el de la integración de los inmigrantes en Francia. Kechiche los pinta como auténticos ciudadanos de su país de acogida, pero a la vez no deja de denunciar, suavemente, esas miradas despectivas o como de superioridad de los autóctonos, ya sea a la hora de conceder los permisos que requiere el restaurante, o en la fiesta de inauguración; autóctonos en los que también se apunta una decadencia de la que sería sintomática esa falta de solidaridad, o la búsqueda inmediata del placer, en los campos del alcohol, el sexo y el poder. Por otro lado, estaría el dibujo de la desestructuración familiar y los nuevos lazos afectivos que surgen, muy realista, y que no se aleja demasiado de lo que ocurre entre los occidentales. Están pintados bien, con delicadeza, rasgos definitorios de los personajes, por ejemplo entre Slimane y su hijastra (qué grandísimos actores), cuando realizan trámites burocráticos, o entre ésta y su madre, cuando la primera trata de convencer a la otra para que vaya a la fiesta. Hasta los secundarios quedan perfectamente descritos con levísimas pinceladas, ya sean los músicos, o el funcionario del ayuntamiento y su esposa.
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