martes, 6 de marzo de 2007

ACTO CONMEMORATIVO DEL DIA INTERNACIONAL DE LAS MUJERES 8 DE MARZO DE 2007 . MANIFIESTO DE LA PLATAFORMA 8 DE MARZO


EL FEMINISMO MEJORA EL MUNDO


Hoy, el 8 de Marzo de 2007, hace falta un año para que se cumpla un siglo de la fundación del día Internacional de las Mujeres, y dos siglos de lucha política activa del movimiento feminista. A lo largo de este tiempo el feminismo ha construido una teoría política para explicar y dar respuesta a la desigualdad que ha marcado históricamente las relaciones entre hombres y mujeres, y una práctica social que ha cambiado la vida.

Al empezar la Edad Contemporánea las mujeres comenzaron a denunciar la situación de discriminación en la que se hallaban. El ideal de Igualdad postulado por la Ilustración permitió a un grupo de mujeres en la Francia de finales del siglo XVIII demandar un lugar para ellas en la recién estrenada ciudadanía civil, muchas pagaron con su vida tal atrevimiento.

Esos hechos abrieron la primera ola del movimiento feminista organizado, que lucha por el primer derecho de ciudadanía política para las mujeres: la posibilidad de elegir y ser elegidas. La conquista del derecho al voto aglutinó a un gran número de mujeres en el siglo XIX y parte del XX, seguras como estaban que pedían un derecho inalienable para las mujeres. Porque el voto era un símbolo del ser personas, ser sujetas con derechos. Y porque el voto permitió cambiar situaciones horribles en la vida de las mujeres, una vida que se asemejaba a la esclavitud.

En los años 60 del siglo pasado, con el llamado feminismo de segunda ola, los cambios fueron muy profundos. Un movimiento fresco y radical cuestionaba las bases sobre las que se había asentado hasta esos momentos la dominación de las mujeres.
La agenda del movimiento feminista en los años 60 estaba llena de justas reivindicaciones basadas en la defensa de valores igualitarios para toda la sociedad, planteando la necesidad de incorporar a las mujeres a los derechos que otorga la ciudadanía social:

1. El déficit democrático en el que se hallan inscritas las sociedades occidentales al permitir la discriminación y la desigualdad de un elevado número de sus miembros, y no sólo las mujeres.
2. La discriminación jurídica en la que se hallan las mujeres, indefensas ante unos códigos legales que las siguen inscribiendo en una eterna minoría de edad y dependencia de sus padres o maridos.
3. Un modelo de sexualidad basada en la procreación y sujeta a las arcaicas reglas de la institución matrimonial, dominada por los hombres. Donde la maternidad era entendida como única finalidad para las mujeres, y la heterosexualidad como única opción.
4. La construcción patriarcal y androcéntrica del conocimiento, y de las prácticas económicas, sociales y políticas, por la cual el mundo ha sido visto con ojos masculinos y ha girado en torno a un modelo masculino de sociedad, donde la diferencia por razón de género, raza, opción sexual o religión se convertían inmediatamente en factores de desigualdad.

Abrir los ojos a esta realidad antes no vista, gracias a los años de reflexión de las feministas, ha puesto en marcha la más profunda revolución social, aún inacabada, la llamada “revolución de las mujeres”, que ha supuesto una reorganización de la vida humana.

Gracias a la presión del Movimiento Feminista podemos decir que, en los países de nuestro entorno:

Las mujeres nos hemos hecho visibles. Tras muchos siglos de invisibilidad, de anonimato, de infravaloración de las actividades desempeñadas por nosotras, hemos pasado a estar presentes en todos los ámbitos de la sociedad y en algunos de ellos, incluso, adquirimos ciertas dosis de protagonismo. Y, junto a nosotras, colectivos antes invisibles.
Nuestras demandas legales han sido atendidas, no solo hemos asistido a la derogación de códigos y leyes directamente discriminatorias para las mujeres (adulterio), sino que hemos propiciado la aparición de leyes que atienden las necesidades específicas de las mujeres (Divorcio, Ley de igualdad, Ley Integral contra la Violencia hacia las Mujeres). Y las leyes, de paso, han intentado eliminar discriminaciones que afectan a diversos colectivos humanos.
Hemos impulsado un cambio en la sexualidad dominante, muchas generaciones de mujeres han interiorizado el derecho a disponer de su cuerpo y han rescatado la sexualidad femenina del yugo impuesto por los deseos de los varones. Hemos desligado la sexualidad de la reproducción con la legalización de los métodos anticonceptivos y el derecho al aborto. Hemos planteado el derecho a decidir nuestra opción sexual y nuestro derecho a vivirla en igualdad de condiciones. Hoy por hoy, las mujeres queremos relaciones amoroso-afectivas en un clima de reciprocidad. La maternidad, para muchas mujeres, ha dejado de ser considerada como una función social y se ha convertido en una opción personal. Y de la mano de la lucha feminista por una sexualidad plena, nuevos colectivos humanos han reivindicado sus derechos sexuales y reproductivos.

En el terreno laboral el movimiento feminista ha puesto sobre la mesa el debate sobre el concepto de trabajo y ha dignificado las labores, consideradas reproductivas, y que tradicionalmente han sido atribuidas a las mujeres y por ello infravaloradas. Uno de los derechos más demandados por el movimiento feminista ha sido el de un empleo digno para las mujeres. El salario de las mujeres considerado antaño como complementario al del hombre, es en la actualidad un derecho individual, vivido como una llave para la autonomía. Vinculado a la incorporación de las mujeres al mercado laboral se ha puesto de manifiesto la necesidad de conciliar la vida laboral con la personal y familiar, demandando un reparto de responsabilidades igualitario en el ámbito doméstico.

Hemos alentado la incorporación progresiva de las mujeres a la vida pública, la exigencia de contar con la participación de las mujeres en todos los ámbitos sociales, desde los estrictamente vinculados con los valores tradicionalmente asociados a las mujeres (ONGs solidarias, movimientos por la paz, ...), hasta aquellos que nos han sido vedados históricamente (cargos de decisión en partidos, sindicatos...) ha puesto de manifiesto el alejamiento intencionado de las mujeres de las esferas del poder y los lugares de representación política. La demanda de una mayor presencia femenina en los espacios de representación política y social se ha concretado en la reivindicación de la paridad, que significa el fortalecimiento de los valores democráticos. Y el crecimiento mismo de la democracia, porque la mirada de las mujeres ha logrado que formen parte de la agenda política innumerables temas que antes ni eran importantes ni eran políticos (ejemplo: violencia de género, protección frente a los trastornos alimentarios...), y numerosos sujetos sociales antes excluidos.

El feminismo ha planteado el respeto a la diversidad y a la diferencia. Partiendo de la consideración de la multiplicidad de factores que caracterizan a las mujeres (raza, religión, clase, opción sexual, etc.) llegamos a la conclusión de que no podemos entender a las mujeres de manera estereotipada, somos muchas y diversas, por tanto, la diferencia no se puede convertir en desigualdad. Y esa reflexión impacta en toda la sociedad, ya que numerosos colectivos antes ignorados o discriminados o excluidos reivindican hoy su derecho a la diferencia.

De la mano de este respeto a la diferencia y de la defensa del principio de equidad, el feminismo del S XXI ha hecho consciente a todas las sociedades de que en una buena parte del Planeta perviven situaciones de inequidad y de vulneración de los Derechos Humanos de las Mujeres. En muchos países hay aún desigualdad ante las leyes, lapidación por conductas sexuales que aquí son normales, extrema feminización de la pobreza, desescolarización de las niñas, asesinato y aborto selectivo de las niñas, asesinatos por “honor”, feminicidios impunes... La erradicación de todo esto, que antes era invisible, hoy forma parte de los objetivos prioritarios de trabajo de los Organismos Gubernamentales y No Gubernamentales internacionales (Ej Campañas de Amnistía Internacional contra la lapidación o el feminicidio, el Banco de los Pobres trabaja prioritariamente con mujeres...). Eso no sería así si el feminismo no se hubiera convertido en una forma de pensamiento universal, que ya está presente en todos los países y culturas.

El feminismo ha planteado la inexcusable urgencia de una cultura de paz en el mundo. Las prácticas de dominación patriarcales han creado una competitividad agresiva que urge superar. Las feministas aportamos la tradicional cultura de pacto y mediación que ha caracterizado el papel civilizador de las mujeres en la Historia. Queremos sustituir la lógica del “si tú pierdes, yo gano”, por la del “si tú ganas, yo gano”. Esa cultura de paz está unida a una cultura ambientalista: el respeto y que hemos reclamados para nosotras y para todas las personas lo reclamamos también para la Tierra y sus recursos, ya que tenemos el deber de legar un mundo habitable a quienes nazcan mañana.

La vida de cada mujer hoy es muy diferente de la de nuestras antepasadas. Las posibilidades de desarrollo personal y social están mucho más abiertas que hace 40 años. Y mucho más que hace 200 años. Pero menos que las de las que están por nacer.
También son importantes las aportaciones en cuanto al desarrollo ético. El feminismo ha ampliado la muy estrecha “fraternidad”, o hermandad hombre-hombre, al incorporar la sororidad, o hermandad mujer-mujer y, consecuentemente, la solidaridad, o hermandad persona-persona. De ella forma parte el impulso de la cooperación y los liderazgos compartidos frente a la competitividad, la escucha frente al monólogo, la noción de autoridad personal como ejercicio de la libertad frente al autoritarismo.


Las mujeres hoy no sólo vivimos de distinto modo que nuestras antepasadas, las mujeres actualmente nos pensamos y nos vemos a nosotras mismas de distinto modo como se pensaban y se veían las mujeres de apenas dos generaciones atrás.

Sin lugar a dudas, sin la existencia del movimiento organizado de las mujeres los cambios no hubieran sido los mismos. Es evidente, que las prioridades de la sociedad en la que vivimos no son precisamente las de las mujeres, siempre hay cosas urgentes que impiden acometer los asuntos importantes que nosotras planteamos.

Por todo ello, nos dirigimos a las mujeres para que sepan que el piso el que hoy estamos
y que parece natural a las jóvenes, costó mucho a las que nos precedieron. Que nuestros logros tienen historia, y que merece la pena reconocer a nuestras antepasadas en la lucha. Lo mismo pasará con lo que hagamos hoy: repercutirá en la vida de las generaciones vivas, pero también en la de las futuras.

Es por ello que el movimiento feminista, por coherencia, por dignidad, no puede ni quiere “bajar la guardia” y dejar sin cambiar lo que hay que cambiar. Para que podamos seguir creciendo en libertad y en dignidad. Le invitamos a unirse a la lucha por cambiar lo que queda:

LO QUE QUEDA POR CAMBIAR

- Superar las aún llamativas desigualdades económicas entre mujeres y hombres, en cuanto al nº de paradas, el nº de empleos precarios, temporales, sumergidos, los menores ingresos, las dobles y triples jornadas laborales...

- Conseguir que la conciliación de la vida laboral, personal y familiar sea un hecho: que de verdad haya servicios de cuidado a la infancia y otros recursos de apoyo a los trabajos domésticos y familiares. Para que, de verdad, las mujeres no tengamos que elegir entre disfrutar de una carrera profesional y gozar de una vida personal y familiar. Para QUE, DE UNA VEZ POR TODAS, EL COMPATIBILIZAR NUESTRA PRESENCIA DENTRO Y FUERA DE CASA NO ACABE CON NUESTRA SALUD. Porque aún no hemos conquistado el derecho a poder descansar suficientes horas y tener un peso en el mundo público a la vez, a disfrutar de una cuota suficiente de actividades de ocio y cultura y tener, a la vez, una actividad remunerada en condiciones de dignidad.

- Para que las mujeres dejemos las sombras y las tareas ocultas en la sociedad y hacer visibles nuestras obras, nuestros méritos, nuestros nombres, nuestras caras. Y las de las de nuestras antepasadas. Y las de las futuras.

- Lograr que nosotras, nuestros puntos de vista, nuestras experiencias de vida, modelen las decisiones que afectan a la comunidad: que se tiñan de violeta las escuelas, los centros sanitarios, la organización de la vida urbana, las políticas de desarrollo rural, las políticas de formación y empleo, las prioridades económicas, la justicia, las decisiones internacionales, las relaciones entre países, las cooperación al desarrollo, las negociaciones por la paz... y QUE CIENTOS DE MUJERES CON CONCIENCIA FEMINISTA ESTÉN EN LOS LUGARES DONDE SE TOMEN LAS DECISIONES.

- Y QUE LA PARIDAD GARANTICE QUE LA DEMOCRACIA SEA, DE VERDAD, LA DEMOCRACIA COMPLETA, Y NO LA MINIDEMOCRACIA SIN NOSOTRAS QUE HEMOS CONOCIDO DURANTE DECENIOS.

- Que desaparezca la violencia contra las mujeres. Que no haya ni una asesinada más, pero tampoco ni una golpeada más, ni una humillada más, ni una ignorada y despreciada más. Que todas vivamos en paz. Y que podamos llevar nuestra conciencia de paz, nuestras prácticas de paz a todos los rincones del Planeta. Y que acabar con la Violencia de Género sea una auténtica prioridad, empleándose en ella todos los esfuerzos de toda la sociedad.

- Apoyar a las mujeres de todo el mundo, para que las conquistas en cuanto a igualdad ante la ley, respeto a las Derechos Humanos, etc. que disfrutamos en nuestro entorno socio-económico y cultural, sean accesibles a las que habitan países donde aún son una utopía.

Eso y muchas cosas más. Para luchar por esos cambios, las llamamos a todas. Vengan con nosotras. Las que están en sus puestos de trabajo y las que lo buscan, las que trabajan en casa, las que están en las ONGs, las que militan en partidos, las que no, las afiliadas a sindicatos, las que no, las que están en cargos públicos, las que gobiernan y las que no. Las jóvenes y las jubiladas. Para que las que vengan en el futuro estén tan orgullosas de nosotras y nuestras acciones como nosotras de lo que nuestras abuelas y madres conquistaron para nosotras.
Y a todos los hombres con sentido de la justicia y de la equidad, para que sean compañeros de viaje en ese hermoso camino.

No hay comentarios: