sábado, 9 de octubre de 2010

ANTES MUERTA QUE ESPAÑOLA .... QUE FUERTE ...

ANTES MUERTA QUE ESPAÑOLA

Vanesa Torío solo ha podido traer a España el cadáver de su hija porque el consulado en la República Dominicana se negó a darle un visado
Antes muerta que española

Una madre ha luchado durante ocho meses para que su hija fuese reconocida en su país. El consulado español en República Dominicana le negó ese derecho porque tampoco reconoció su matrimonio con un dominicano. Solo tras la muerte de la niña ha podido traerla a España. Un triste caso de sorda burocracia.
La de Vanesa Torío Moreno es una historia agridulce que ha acabado abruptamente y de la peor manera. En agosto, contaba a interviú su lucha para que se reconociese su matrimonio con un ciudadano dominicano, Juan Antonio Solano. El consulado español en la República Dominicana rechazó la inscripción de su boda en el registro, al considerar que se trataba de un matrimonio de conveniencia. Esta misma representación diplomática española se negó a registrar el nacimiento de su hija Dinángelis. Así que Vanesa tuvo que viajar a España para hacer los trámites necesarios que le permitieran traer a su hija, de ocho meses, a Valladolid a conocer a sus abuelos.
Desde aquí movió todos los papeles para sacar el pasaporte de su niña y se puso en contacto con la Asociación Proderechos de Parejas a Distancia (Aprodepad), formada por matrimonios de españoles con extranjeros que están en sus mismas circunstancias. Y también aprovechó su estancia para denunciar se historia a la prensa. “Para que a otras parejas –dijo– no les pase lo mismo que a nosotros”.
Era la primera vez que se separaban madre e hija. Lamentablemente, mientras Vanesa estaba en España la niña enfermó. Parecía un simple catarro con fiebre. Su padre la llevó varias veces al médico, siempre con la misma respuesta –“es un resfriado”–, pero la fiebre no remitía. A la tercera visita al hospital, descubrieron que era dengue, una enfermedad viral transmitida por la picadura de un mosquito. Vanesa quiso viajar de inmediato a su casa en República Dominicana, pero su marido la disuadió. “Me dijo: «No te preocupes, la niña se va recuperando, tú quédate hasta el 5 de octubre que te den de una vez sus papeles y así la próxima vez ya vuelves con ella» –recuerda Vanesa Torío con una serenidad que se adivina artificial–. Cuando vuelva allí y mi niña no esté en casa, será cuando de verdad me crea lo que ha pasado”.
Pero algo se complicó, y una noche Dinángelis dejó de respirar. Su padre, que dormía con ella, se sobresaltó y llamó a emergencias. Cuando llegaron, no pudieron hacer nada por la niña. Fue el pasado 25 de septiembre, diez días antes de que la pequeña obtuviera su reconocimiento como ciudadana española.
Vanesa dejó de reclamar el pasaporte de su hija y comenzó el penoso trámite de mover los permisos para repatriar el cadáver. Y por fin Dinángelis pudo viajar a España. Llegó a Valladolid, al aeropuerto de Villanubla, en un ataúd, sola. Su padre no la pudo acompañar porque tampoco para este triste viaje le hubiesen concedido el visado.
Vanesa Torío se enfrentó a la más dolorosa de las situaciones a las que una madre puede verse sometida: reconocer a su hija, un bebe todavía, muerta. “Era un trámite que nadie más podía hacer aquí porque ni mis padres ni mi hermana conocían a la niña”, cuenta.
Incineró a su hija y ahora, tras una manifestación que han convocado los miembros de Aprodepad ante la sede de la Dirección General de Registros del Ministerio de Justicia en la madrileña plaza de Jacinto Benavente, tenía pensado volver a su hogar en la República Dominicana, junto a su marido. “Aunque aquí, en mi país, consta que sigo soltera y me niegan un derecho que recoge la Constitución a tener mi familia”, se lamenta Vanesa. De momento, su regreso deberá esperar hasta que le den el alta. Está ingresada en el hospital, con tanta ansiedad que incluso le ha provocó la pérdida de visión en uno de los ojos.
Su caso, como contaba en agosto en interviú, fue amor a primera vista. Aunque el consulado se resista a reconocerlo. “Nos denegaron la inscripción en el registro alegando que no había habido relaciones previas al matrimonio, a pesar de que yo en ese momento estaba embarazada. Dijeron que en las entrevistas a las que nos sometieron a mi marido y a mí por separado fallamos en algunas de las 135 preguntas que nos hicieron. Algunas fueron muy íntimas, incluso me obligaron a enseñar la braga que llevaba puesta a la funcionaria para comprobar que mi marido contestaba correctamente cómo era. También dijeron que no había constancia de que una vez en España fuésemos a convivir y que el encargado que nos entrevistó tenía la convicción moral de que el nuestro era un matrimonio de conveniencia”, comenta Vanesa Torío, que afirma que nunca han tenido la intención de venir a España a vivir.
De nada sirvió que les contase cómo se conocieron, el 14 de febrero de 2009, cuando Vanesa pasaba unas vacaciones en Punta Cana. Al mes volvió otros 13 días para conocer mejor a Juan Antonio, y el 29 de abril dejó su trabajo en un Mercadona de Cádiz, para irse a vivir a la República Dominicana. El 10 de junio se casaron allí. “No tuve ni traje de novia, y como anillo de compromiso, un aro de cebolla de un ‘burger’ en el que cenábamos cuando me pidió que me casara con él”, contaba emocionada Vanesa.
Nada de ese romántico relato impresionó en el consulado español, ni los resguardos de los giros de dinero que mandaba Vanesa a Juan Antonio mientras aún vivía en España ni las abultadas facturas de teléfono de sus largas conversaciones. La oficina diplomática denegó no solo la boda sino la inscripción de la hija de una española nacida en el extranjero. La burocracia, muchas veces insensible, prohibió a una niña viajar a España y le negó sus derechos; solo una vez muerta se agilizaron los trámites para que llegase a la patria de su madre para ser incinerada.
La asociación Aprodepad denuncia irregularidades y corrupción en algunos consulados, entre ellos en el de República Dominicana.

http://www.interviu.es/reportajes/articulos/antes-muerta-que-espanola/(exito)/1

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