"Ese día, era 2 de noviembre, fecha en la que se memora y se rinde homenaje a los "Celícolas". Era el día de ellos. Siempre, en ese memorable día, les rendía un homenaje. Consistía en llevar unas flores, al lugar donde descansan sus exequias.Al recordar esta costumbre, mi mente descontrolada me incitaba a visitarlos, pero hoy, no era posible cumplir mi deseo, me distanciaban 11.000 kilómetros. Ante la impotencia, me desequilibre. Pagué la cuenta al camarero, abandonando la plaza sin dirección alguna. En total estado de inconsciencia, volviendo a caminar las calles.
El ingobernado andar me llevó hasta la estación de autobuses, y repentinamente, me encontraba preguntando, que bus me llevaba al cementerio. Me preguntaron: ¿A cual? Conteste: ¡A cualquiera! No importa a cual, no tengo preferencia por ninguno en especial, solo quiero ir al lugar donde descansan los "Celícolas". Me indicaron, y fui hacia allí, tomando el bus que me llevaba. Pasados treinta minutos, el chofer me anunció el descenso, acotando, que después de cruzar el puente, debía avanzar 400 metros, y que a mi derecha, lo vería.
Después de cumplir sus premisas, llegué a la puerta de entrada. Desde allí mismo, divise una capilla blanca de cúpula oval. Sus puertas estaban abiertas de par en par, de donde brotaban musicales sonidos de paz. Lentamente me acerque. Entre. Me arrodille. Levante mi vista. Ore. Lloré y terminado el homenaje salí del templo.
Un gran alivio sentía mi conciencia. Había cumplido como siempre, aun estando distante. Era consciente que ellos no estaban allí, pero ese, era el único lugar donde mi imaginación los podía tener cerca.Descargado de tensiones, decidí dar un paseo por el mausoleo, ¿Por qué esto? ¡Porque para mí, los cementerios hablan! Algunas tumbas gritan. Otras vociferan. Otras balbucean. Otras apenas se escuchan, y otras no hablan. Sus epitafios dicen cosas, quizá que el "Celícola", nunca las escucho, ni imaginó. Y así miles de historias que trato de dilucidar en esas caminatas.Terminado el ritual me dispuse a salir. Muy lentamente, meditando el momento, fui llegando a la puerta. Los hechos, me traían a la mente infinidad de preguntas, que hasta aquí, no hallaban sus respuestas. Salí, camine unos pocos metros, y me senté en una piedra. Allí, me repetí las preguntas, y una, a una, fueron aflorando todas las incógnitas.Ya cuerdo y relajado, me dije: “Pobre el "Celícola" que no tenga quien lo recuerde. Paso por esta vida dando todo de sí. Amó. Sufrió. Lloró, y hoy, es solo una sombra perdida en el infinito”
La reflexión silenció mi mente, y tras el silencio, floreció la idea de perpetuar a los ausentes en Internet. Todo se gestó en la añoranza. El recuerdo se transformó en delirio. El delirio me llevo a un sueño. El sueño se transformo en homenaje. El homenaje se realizó, y la paz de mi conciencia me llevó al descubrimiento. ¡La vida, nos da sorpresas! ¡ Algunas maravillosas!"
CARLOS CASTELAO GEPPI.
No hay comentarios:
Publicar un comentario