martes, 23 de septiembre de 2008

EL MURO DE LA INMIGRACIÓN ; EJERCICIO DE IDENTIDAD Y PAZ FRONTERIZA


El muro de la inmigración;un ejercicio de identidad y paz fronteriza es una obra que relata desde el fragmento de la entrevista callejera, el testimonio de la experiencia de la inmigración en variados lugares y situaciones encontradas a los largo del viaje realizado por un joven estudiante de psicología,José de la Barra que a través de diferentes ciudades de Europa y Sudamérica, registró y recolectó imágenes fugaces y efímeras, que en su conjunto logran elaborar una representación del estado de malestar, propio de la condición de traducción padecida por el inmigrante, imposibilitado a integrarse al resto de lo transeúntes en calidad de ciudadano.

La muestra denota la indiferencia de estos lugares y situaciones dispuestas en las urbes finiseculares en tiempos de acelerado crecimiento demográfico y de inminente globalización. Estos lugares, se presentan como parte de una situación globalizada y compartida por toda ciudad en la mocedad de la posmodernidad y del capitalismo tardío; ya fuese Madrid, Quito, París o Santiago.

La calle aparece como el lugar que reúne lo residual de la urbe, y a su vez el lugar donde está alojada la posibilidad de encuentro entre el inmigrante y el resto de la ciudadanía. Es el lugar donde brotan las dinámicas de la diferenciación, es el lugar donde fluyen las divergencia de la naturaleza humana y lo heterogéneo de la comunidad. Es el caos carnavalesco de una modernidad acelerada que ha con llevado a un estado de dislocaciones simbólicas, cambios y de constante transformación.

La combinación de la instalación, el video-arte y la acumulación de imágenes del libro objeto, alojado en la obra, conlleva a la realización de una muestra que en su estructura denota diversas formas de abarcar el tema. Muchas son las direcciones posibles en las cuales se puede entablar el tema de la inmigración en tiempos como el de hoy. No hay necesidad de otorgar un mensaje moral, ético ni político a partir de la obra, lo propuesto aquí se encuentra alojado en un viaje estético, a través del recorrido de imágenes acumuladas en diferentes formatos que permitan al visitante reconocer una herida más en la cotidianidad de nuestra sociedad. Constanza Lagos Compagnon
Licenciada en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte Universidad de Chile.

Camara, montaje y edicion: Jose de la Barra Cuevas
Posproducción: Gerardo Arrieta
Texto obra: Cony Lagos Compagnon


Inmigración y ciudadanía: el malestar de un malentendido

"Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años,
puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de
bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros,
de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente
laberinto de líneas traza la imagen de su cara"
(Jorge Luis Borges)


En nuestro estado geopolítico hoy, hay pocos problemas sociales -tanto políticos y económicos como morales y culturales- tan apremiantes, inaplazables y determinantes como el de los fuertes flujos migratorios desencadenados en la últimas décadas y que no parecen tener fin, ya adentrados en la era de la globalización. Y entre el repertorio de problemas que ese ya inevitable mundo globalizado plantea a la idea de justicia, el más determinante y urgente es el de repensar la ciudadanía. Es decir, pensar la ciudadanía no como un status o fuente de derechos sino, como el más fundamental de los derechos.

En su sentido moderno la ciudadanía se entendió como un sentimiento directo de pertenencia a la comunidad basado en la lealtad a una civilización como patrimonio común. La ciudadanía sería aquel estatus que se concede a los miembros de pleno derecho de una comunidad, lo que no excluye la desigualdad de estatus y así, la presencia de miembros sin estos derechos. El desarrollo de este concepto de ciudadanía coincide con el auge del capitalismo, que a su vez, no es un sistema de igualdad, sino de desigualdad.

En este sentido, es urgente plantear el silenciado rostro feo de la ciudadanía, su función de clausura, de separación, de exclusión, de diferenciación, de oposición y de injusta distribución. Hay que criticar la ingenua creencia de pensar como obvio el derecho a constituir un nosotros a partir de un excluyente de los otros; hay que revelar la oposición nosotros/ellos cultural o político con que legitimamos la exclusión como forma enmascarada de la inquietante distinción amigo/enemigo. Hay que lanzar sombras sobre la ciega creencia en al legitimidad de la apropiación colectiva por un Estado de un territorio, sus riquezas, su cultura, su paz y su libertad, al menos las mismas sombras que se han proyectado sobre la apropiación privada de los medios de producción.

La ciudadanía suele entenderse como un título de propiedad de derechos y privilegios; y al mismo se accede por la pertenencia, por el reconocimiento del individuo como miembro de la comunidad. Pues la pertenencia es la determinación que pone la diferencia entre dos identidades políticas: quienes están dentro y los otros, los miembros de la tribu racional y política y los marginales, esos que a lo largo de la historia han recibido los nombres de bárbaros, paganos, salvajes, primitivos, moros, judíos, pies noires, espaldas mojadas; o, de forma más neutra pero con los mismos efectos, la determinante condición de inmigrantes.

Las migraciones no son cosas, ni los inmigrantes son mercancías. Son hombres con sus aspiraciones y sus necesidades, sus costumbres y rasgos culturales, sus dificultades actuales y su voluntad de futuro. Por tanto, hay que integrar el fenómeno migratorio, no sólo como variable económica, sino también como realidad humana destinada a modificar la sociedad de acogida, al modificarse a sí misma. El inmigrante es un sujeto con derechos y obligaciones. Si bien es cierto que a la población inmigrante se le exige que atienda a las normas y deberes de los ciudadanos del país en el que residen, no lo debería ser menos que tienen derechos como usuarios de los servicios sociales, pues cotizan en el país de residencia y con su trabajo contribuyen al nivel de bienestar colectivo, por no hablar de quienes trabajan sin papeles y sin contrato en la ahora llamada "economía sumergida". El acceso igualitario a los servicios públicos como derecho humano fundamental implica también el derecho a entender y ser entendido en cualquiera de estos servicios. Y lamentablemente este derecho se minusvalora o incluso se vulnera en situaciones cotidianas. Constanza Lagos Compagnon
Licenciada en Artes con mención en Teoría e Historia del Arte Universidad de Chile.

Camara, montaje y edicion: Jose de la Barra Cuevas
Posproducción: Gerardo Arrieta
Texto obra: Cony Lagos Compagnon

NOTA: ESTE VIDEO NACE EL AÑO 2007 CUANDO SE OTORGA EL PRIMER LUGAR EN EL PRIMER CONCURSO FAUP O FONDOS ARTISTICOS UNIVERSIDAD DEL PACIFICO A DON JOSÉ MANUEL DE LA BARRA CUEVAS

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