“Feliz” y “orgulloso”. Así se sentía ayer Jonet, un joven marroquí, después de haber votado en las elecciones generales en España. Los inmigrantes no tienen derecho a hacerlo, pero cada vez son más las voces que se elevan exigiéndolo.
En ese sentido, un acto de absoluta sensibilización con inmigrantes lo demostraron los miembros de Batzarre, un movimiento político de Navarra (norte) al ceder simbólicamente sus votos a inmigrantes de distintas nacionalidades en la ciudad de Pamplona como medida de protesta y denuncia por la situación de la comunidad inmigrante en España.
Uno de ellos fue Antonio Duplá, profesor de la Universidad del País Vasco (UPV), quien decidió ceder su sufragio al joven marroquí en Vitoria, la capital de esa región del norte de España.
Se trata, dijo, de “denunciar una limitación antidemocrática, porque a personas que viven, trabajan y cotizan en nuestra sociedad no se les permite ejercer el derecho”. Jonet y Duplá llegaron juntos al colegio electoral y allí fue el joven quien eligió sus papeletas para el Congreso de los diputados y el senado.
El profesor universitario mostró después su documento nacional de identidad al presidente de mesa y tomó y entregó los dos sobres cerrados momentos antes por Jonet. No fue el único. Varias personas más hicieron lo mismo con otros inmigrantes que por el hecho de serlo carecen del derecho a votar.
Coinciden en destacar que se trata de gente que cumple sus obligaciones: pagan impuestos, su trabajo y su esfuerzo revierte en la sociedad como el resto de los españoles. Con iguales obligaciones, iguales derechos, exigen.
La cesión de votos a inmigrantes cobra un valor especial tras una campaña que, antes de que ETA irrumpiese en ella, alcanzó sus mayores cotas de tensión en torno al tema de la inmigración.
En ese sentido, un acto de absoluta sensibilización con inmigrantes lo demostraron los miembros de Batzarre, un movimiento político de Navarra (norte) al ceder simbólicamente sus votos a inmigrantes de distintas nacionalidades en la ciudad de Pamplona como medida de protesta y denuncia por la situación de la comunidad inmigrante en España.
Uno de ellos fue Antonio Duplá, profesor de la Universidad del País Vasco (UPV), quien decidió ceder su sufragio al joven marroquí en Vitoria, la capital de esa región del norte de España.
Se trata, dijo, de “denunciar una limitación antidemocrática, porque a personas que viven, trabajan y cotizan en nuestra sociedad no se les permite ejercer el derecho”. Jonet y Duplá llegaron juntos al colegio electoral y allí fue el joven quien eligió sus papeletas para el Congreso de los diputados y el senado.
El profesor universitario mostró después su documento nacional de identidad al presidente de mesa y tomó y entregó los dos sobres cerrados momentos antes por Jonet. No fue el único. Varias personas más hicieron lo mismo con otros inmigrantes que por el hecho de serlo carecen del derecho a votar.
Coinciden en destacar que se trata de gente que cumple sus obligaciones: pagan impuestos, su trabajo y su esfuerzo revierte en la sociedad como el resto de los españoles. Con iguales obligaciones, iguales derechos, exigen.
La cesión de votos a inmigrantes cobra un valor especial tras una campaña que, antes de que ETA irrumpiese en ella, alcanzó sus mayores cotas de tensión en torno al tema de la inmigración.
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