Europa sin europeos
El País, JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA, 2010-05-10
De todos los problemas que enfrenta Europa, y que tan magistralmente ha resumido el Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa que preside Felipe González en el informe presentado este pasado sábado, merece la pena detenerse en uno que quizá sea el más complejo de resolver: las proyecciones demográficas, sumadas a las políticas, dibujan ante nosotros una Europa sin europeos.
Pensar en cómo hacer una Europa sin europeos no es fácil. Porque no se trata sólo de las proyecciones demográficas, aunque éstas sean elocuentes de por sí. En los últimos 50 años, la población europea se ha reducido a la mitad en términos relativos: si en 1960, uno de cada cinco habitantes del planeta era europeo, hoy sólo lo es uno de cada de 10. La Unión Europea a Veintisiete sólo representa hoy el 7,5% de la población del mundo, cuando en 1960 era el 14%. Y en los próximos 40 años su peso relativo se reducirá aún más, hasta llegar al 5% de la población mundial en 2050. A menudo discutimos sobre si Turquía, con un 3% de su territorio en Europa, es o no europea. Pero la discusión está ya zanjada, aunque en sentido inverso, pues dentro de tres o cuatro décadas, los mapas del mundo dibujarán a Europa como lo que siempre ha sido: una pequeña península de Asia.
Como el informe de Felipe González señala, no sólo seremos menos, sino más viejos. Con una alta longevidad, que sigue aumentando, y una baja fertilidad, que no termina de despegar, las proyecciones señalan que la población en edad de trabajar se reducirá en 68 millones de personas, con lo que cada cuatro personas en edad de trabajar tendrán a su cargo a tres pensionistas. Recurrir a la inmigración para compensar ese déficit requeriría traer nada menos que 100 millones de personas de fuera (ya que no todos estarían en edad de trabajar). La diversidad cultural está bien, pero lo cierto es que en 2050 se requerirán 190 millones de habitantes para estar entre los 10 Estados más poblados del mundo. La demografía es tozuda.
El País, JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA, 2010-05-10
De todos los problemas que enfrenta Europa, y que tan magistralmente ha resumido el Grupo de Reflexión sobre el futuro de Europa que preside Felipe González en el informe presentado este pasado sábado, merece la pena detenerse en uno que quizá sea el más complejo de resolver: las proyecciones demográficas, sumadas a las políticas, dibujan ante nosotros una Europa sin europeos.
Pensar en cómo hacer una Europa sin europeos no es fácil. Porque no se trata sólo de las proyecciones demográficas, aunque éstas sean elocuentes de por sí. En los últimos 50 años, la población europea se ha reducido a la mitad en términos relativos: si en 1960, uno de cada cinco habitantes del planeta era europeo, hoy sólo lo es uno de cada de 10. La Unión Europea a Veintisiete sólo representa hoy el 7,5% de la población del mundo, cuando en 1960 era el 14%. Y en los próximos 40 años su peso relativo se reducirá aún más, hasta llegar al 5% de la población mundial en 2050. A menudo discutimos sobre si Turquía, con un 3% de su territorio en Europa, es o no europea. Pero la discusión está ya zanjada, aunque en sentido inverso, pues dentro de tres o cuatro décadas, los mapas del mundo dibujarán a Europa como lo que siempre ha sido: una pequeña península de Asia.
Como el informe de Felipe González señala, no sólo seremos menos, sino más viejos. Con una alta longevidad, que sigue aumentando, y una baja fertilidad, que no termina de despegar, las proyecciones señalan que la población en edad de trabajar se reducirá en 68 millones de personas, con lo que cada cuatro personas en edad de trabajar tendrán a su cargo a tres pensionistas. Recurrir a la inmigración para compensar ese déficit requeriría traer nada menos que 100 millones de personas de fuera (ya que no todos estarían en edad de trabajar). La diversidad cultural está bien, pero lo cierto es que en 2050 se requerirán 190 millones de habitantes para estar entre los 10 Estados más poblados del mundo. La demografía es tozuda.
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