De primera dama a presidenta
• El triunfo de Cristina Fernández da a los Kirchner un poder familiar inédito en una democracia republicana
ANTONI Traveria*
Fue una elección demasiado previsible, con la vaca atada, como decían los argentinos desde semanas antes de la votación. No hubo lugar para sorpresas, más allá de una muy aparente apatía del electorado en un país tan y tan apasionado por todo. Frente a la candidata que ofrecía una cierta estabilidad con la carta de presentación de los cuatro años de gobierno de su cónyuge, aparecía una oposición fragmentada, debilitada y confusa, carente de propuestas que modificaran la unanimidad en la tendencia apuntada en las encuestas de opinión. El guión anunciado se cumplió con precisión.No hubo necesidad de segunda vuelta. Más de 20 puntos porcentuales han acabado por certificar la distancia entre la primera y la segunda fórmula electoral a la presidencia, ambas, por cierto, lideradas por mujeres: Cristina Fernández y Elisa Carrió. Al kirchnerismo solo se le resistieron las provincias de Córdoba y San Luis, y la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde jamás logró vencer el peronismo en toda su historia con sus muy distintos candidatos. Amplía, en cambio, el decisivo control en la Cámara de Diputados, en el Senado, y consigue cientos de alcaldes en todo el país. Respecto a la elección del 2003, Cristina Fernández logra el doble de votos del obtenido por su marido también en primera vuelta, recogiendo el aval ciudadano a la gestión de gobierno de Néstor Kirchner.CON EL AMPLIO triunfo electoral de Cristina Fernández de Kirchner (CFK), nace un muy peculiar modelo de gestión pública en la política de una nación. Cuando tome posesión el 10 de diciembre en la Casa Rosada, CFK recibirá la banda presidencial de manos de su compañero profesional y sentimental, lo que invertirá las responsabilidades políticas de ambos y supondrá acumular un poder familiar enorme e inédito en cualquier sistema democrático republicano del mundo. La fotografía de ese instante será una de las más publicitadas sin duda, y tendrá, por supuesto, grandes dosis de lo que denominan glamur.La elección, sin embargo, ha tenido su lado oscuro para la institucionalidad democrática en el elevado absentismo de ciudadanos en las urnas, a pesar de la obligación por ley a ejercer el voto. Es llamativo que teniendo hasta 16 candidatos para elegir, no encontraran a ninguno que mereciera su confianza. Aquellos que decidieron no acudir a la convocatoria electoral se convirtieron en la segunda fuerza numérica, solo por detrás del voto alcanzado por Fernández, y lograron superar los registros de todas las consultas presidenciales celebradas desde la recuperación de la democracia, en 1983. Además, el dato de las renuncias masivas de ciudadanos a colaborar como autoridades en las mesas de votación pone en evidencia que una parte significativa de población ha dejado de creer en sus políticos. El escéptico, el descreído ciudadano medio argentino ha aprendido a convivir en la desconfianza hacia su clase política dirigente por la pesada carga de todos los despropósitos cometidos en el pasado reciente.
1 comentario:
Ufffffff,como dice Bunbury...."Los nacionalismos que miedo me dan"
Roberto Fabian
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