¿Sabían que cientos de nacionales dominicanos llegan anualmente a los Estados Unidos a través de Puerto Rico en pequeñas embarcaciones conocidas como "yolas"? Muchas de estas personas, en busca de una mejor vida, lo arriesgan todo por cruzar el traicionero Canal de la Mona, esquivando patrullas de la Guardia Costera, para llegar a algún punto en la costa oeste o norte de la isla.
....Fue en uno más de esos viajes en yola que salen desde el poblado nororiental de Nagua que aquella mujer con siete lunas en el vientre decidió lanzarse a la aventura, buscando un nuevo sol que legar a su hijo por venir. Entre la ansiedad que provocaba aquel mar interminable y la incertidumbre del arribo a unas playas ajenas, el vientre reventó sin pedirle permiso al tiempo. De la alegría colectiva se pasó muy frágilmente a la desesperación cuando, a borbotones, el azul que circundaba la yola se fue transformando en un rojo intenso y angustioso. Los buitres del mar que habitan el Canal de la Mona, olfateando tan llamativas presas, comenzaron a merodear la débil embarcación. El pánico se convirtió en preludio de la frialdad, el individualismo y la deshumanización de muchos. Aquellos que todavía mantenían su fibra humana resistieron el embate de éste, pero el peso del número en aquella votación fue a favor de los aterrorizados. Después de todo, pensarían algunos, al restar y sumar, ¿que valen dos vidas cuando hay decenas en peligro de perderse? Los números y la "democracia" que mediaron pudieron más que la compasión y, así, el ciego impulso colectivo entregó el botín a los temibles tiburones
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