La Otra Orilla
Una boca demasiado grande
"¿Qué prefiere? ¿Hacer los bártulos, desescolarizar a los niños y volver a casa, donde la crisis aún es mucho más acuciante?"
Juan Manuel Pardellas
Una boca demasiado grande
"¿Qué prefiere? ¿Hacer los bártulos, desescolarizar a los niños y volver a casa, donde la crisis aún es mucho más acuciante?"
Juan Manuel Pardellas
Las Palmas de Gran Canaria
El ministro de Inmigración, Celestino Corbacho, ya se estrenó como Daniel Day Lewis en aquella excelente interpretación: con el pie izquierdo. Este hombre cada día sorprende con una frase nueva, con una ocurrencia aún más impactante que la anterior. Primero fue aquella obviedad enarbolada por el peor PP que se recuerda, de que el último que llega a este país es el que tiene que adaptar sus costumbres a nosotros (recuerden la portada de El Jueves con los subsaharianos vestidos de torero), sin añadir a continuación cuáles son nuestras señas de identidad en el mundo (que yo sepa: toros, flamenco, paella y fiesta).
El ministro de Inmigración, Celestino Corbacho, ya se estrenó como Daniel Day Lewis en aquella excelente interpretación: con el pie izquierdo. Este hombre cada día sorprende con una frase nueva, con una ocurrencia aún más impactante que la anterior. Primero fue aquella obviedad enarbolada por el peor PP que se recuerda, de que el último que llega a este país es el que tiene que adaptar sus costumbres a nosotros (recuerden la portada de El Jueves con los subsaharianos vestidos de torero), sin añadir a continuación cuáles son nuestras señas de identidad en el mundo (que yo sepa: toros, flamenco, paella y fiesta).
Luego fue su rocambolesca visita a Canarias, donde, de tan sensibilizado que estaba, ni visitó centros de inmigrantes ni colegios adaptados para atender apelotonados y con urgencia (lo que no quita que se haga con dignidad, respeto y muchas horas de dedicación) a los niños y adolescentes que embarcan en pateras y cayucos.
Ahora sigue un paso más allá con la perreta de que los inmigrantes que se queden desempleados renuncien a su residencia y permiso laboral y regresen a sus países de origen para cobrar allí el paro que aquí les correspondería. Y llega a cifrar en casi un millón de personas las que podrían beneficiarse de esta generosa contribución a la estabilidad económica y familiar de los que hasta hace unas horas ayudaban con sus manos a mantener nuestras pensiones.
Ahora sigue un paso más allá con la perreta de que los inmigrantes que se queden desempleados renuncien a su residencia y permiso laboral y regresen a sus países de origen para cobrar allí el paro que aquí les correspondería. Y llega a cifrar en casi un millón de personas las que podrían beneficiarse de esta generosa contribución a la estabilidad económica y familiar de los que hasta hace unas horas ayudaban con sus manos a mantener nuestras pensiones.
Pues resulta que no son tantos, que no llegan ni a 100.000 y los que estarían dispuestos de verdad a acogerse a este plan, menos de 5.000. Imaginen que vinieron de Asia, América o África, que llevan años trabajando aquí, que sus hijos están perfectamente escolarizados y que, bien que mal, se han integrado en el barrio. Como le ocurre a miles de españoles, su empresa reajusta la plantilla y a usted le toca quedarse en la calle, nadie sabe por cuánto tiempo. ¿Qué prefiere? ¿Hacer los bártulos, desescolarizar a los niños y volver a casa, donde la crisis aún es mucho más acuciante? ¿Nadie va a parar ya a este hombre?
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