1º Accésit
Título: Los forjadores del porvenir
Pseudónimo: Nereida Cuevas
Cada vez que me acuerdo me meo de la risa. Los forjadores del porvenir, sí, pero con cantaíto cubano. Loh fohjadoreh deh polvenil. Pa mearse. De todos los forjadores de mi cuadra quedan cuatro gatos que se reúnen para tomar cerveza en el portal y para hablar de pelota mientras la canícula riega abundantemente con sudor sus espaldas polícromas negras y blancas y mulatas de todas las tonalidades. Cuando llega la gallega se les nota que se ponen tensos, con su viejo y ancestral saber de macho cuando se acerca una hembra. La gallega no es guapa, pero se menea con la elegancia que le da saberse deseada, aunque sólo sea por la procedencia... caderas como ésas adornan las aceras de 78 y en las calles de la Habana hay más mulatas que mojones de esquina. Pero la gallega tiene un álbum lleno de fotos de una casa en mitad de Madrid, y eso la hace más atractiva que sus dos pechos pequeños, desafiantes, embutidos en los ajustadores. Mientras ella se pavonea la Negra saca limonada recién exprimida y veo a través del vestido raído por el uso sus dos tetas colgando, grandes como la promesa de su piel tostada. Pechos cansados de ser recipiente y mártir de los niños, que juegan en la calle llena de baches donde el viejo Marcial se balancea en el portal con sus pies arrugados, dentro de las babuchas que le mandó Julianito con su primer sueldo cuando trabajaba doce horas seguidas en una fábrica de Murcia ensamblando juguetes. Los muchachos también la siguen con la mirada y ella lo sabe. Cuando vuelva será una vieja más sentada en otra oficina más, soñando con los mulatos del caribe y esperando a que lleguen las ocho para irse al apartamento a restregarse el clítoris imaginando jovencitos que la miran balancearse bajo el sol de las cuatro. Mierda de vida, la gallega tiene a todos los que quiera pero me mira a mí. Levanto la cabeza y observo a la Negra que a su vez me mira. Pobre Negra. Lavando desde las cuatro de la mañana. A las ocho no puede tenerse en pie. Los niños le tiran de la falda y ella los atiende, pero sabe que yo sé que ella sabe. Mierda de vida. Si me voy ahora con la gallega le estaría haciendo un favor. Quién sabe cuánto me dejaría en un mes que le queda antes de irse. Más de lo que conseguiré trabajando un año entero de sol a sol. Mírame Negra. Dime qué hago... dime qué hago. Pasa el Mocho con su gastada motocicleta levantando polvo y la gallega mira la polvareda. Y la negra me busca con la mirada. Apenas un segundo... pero suficiente. Cuando el polvo se deshace vuelve a verse a Marcial balanceándose y agitando la mano para librarse de la nube asfixiante. Un segundo apenas y sin embargo... Un año de trabajo. La Negra se mete con los niños en la casa empujándolos suavemente por la cabeza. Se despierta a las cuatro y yo me levanto a hacerle café. La gallega se acerca como una gata. En Madrid no eres mas que una vieja más. Te vas a follar a un forjador del porvenir hija de puta. Cuando vuelvas a Madrid lo comentarás con tus amigas en el baño de un restaurante. Mientras tanto Julianito seguirá ensamblando muñecas para que el viejo Marcial pueda mecerse con sus babuchas de lujo. Ven gallega, me vas a arreglar la vida... no olvides que soy un forjador del porvenir. Esta noche saldremos a bailar y después te voy a forjar lo que tú y yo sabemos. Vamos, gallega, te agarro por la cintura y nos vamos. Por la ventana los veo viendo la televisión. Muñequitos rusos de hace veinte años, los mismos que yo veía cuando era niño... y me creía que era un forjador del porvenir.
Título: Los forjadores del porvenir
Pseudónimo: Nereida Cuevas
Cada vez que me acuerdo me meo de la risa. Los forjadores del porvenir, sí, pero con cantaíto cubano. Loh fohjadoreh deh polvenil. Pa mearse. De todos los forjadores de mi cuadra quedan cuatro gatos que se reúnen para tomar cerveza en el portal y para hablar de pelota mientras la canícula riega abundantemente con sudor sus espaldas polícromas negras y blancas y mulatas de todas las tonalidades. Cuando llega la gallega se les nota que se ponen tensos, con su viejo y ancestral saber de macho cuando se acerca una hembra. La gallega no es guapa, pero se menea con la elegancia que le da saberse deseada, aunque sólo sea por la procedencia... caderas como ésas adornan las aceras de 78 y en las calles de la Habana hay más mulatas que mojones de esquina. Pero la gallega tiene un álbum lleno de fotos de una casa en mitad de Madrid, y eso la hace más atractiva que sus dos pechos pequeños, desafiantes, embutidos en los ajustadores. Mientras ella se pavonea la Negra saca limonada recién exprimida y veo a través del vestido raído por el uso sus dos tetas colgando, grandes como la promesa de su piel tostada. Pechos cansados de ser recipiente y mártir de los niños, que juegan en la calle llena de baches donde el viejo Marcial se balancea en el portal con sus pies arrugados, dentro de las babuchas que le mandó Julianito con su primer sueldo cuando trabajaba doce horas seguidas en una fábrica de Murcia ensamblando juguetes. Los muchachos también la siguen con la mirada y ella lo sabe. Cuando vuelva será una vieja más sentada en otra oficina más, soñando con los mulatos del caribe y esperando a que lleguen las ocho para irse al apartamento a restregarse el clítoris imaginando jovencitos que la miran balancearse bajo el sol de las cuatro. Mierda de vida, la gallega tiene a todos los que quiera pero me mira a mí. Levanto la cabeza y observo a la Negra que a su vez me mira. Pobre Negra. Lavando desde las cuatro de la mañana. A las ocho no puede tenerse en pie. Los niños le tiran de la falda y ella los atiende, pero sabe que yo sé que ella sabe. Mierda de vida. Si me voy ahora con la gallega le estaría haciendo un favor. Quién sabe cuánto me dejaría en un mes que le queda antes de irse. Más de lo que conseguiré trabajando un año entero de sol a sol. Mírame Negra. Dime qué hago... dime qué hago. Pasa el Mocho con su gastada motocicleta levantando polvo y la gallega mira la polvareda. Y la negra me busca con la mirada. Apenas un segundo... pero suficiente. Cuando el polvo se deshace vuelve a verse a Marcial balanceándose y agitando la mano para librarse de la nube asfixiante. Un segundo apenas y sin embargo... Un año de trabajo. La Negra se mete con los niños en la casa empujándolos suavemente por la cabeza. Se despierta a las cuatro y yo me levanto a hacerle café. La gallega se acerca como una gata. En Madrid no eres mas que una vieja más. Te vas a follar a un forjador del porvenir hija de puta. Cuando vuelvas a Madrid lo comentarás con tus amigas en el baño de un restaurante. Mientras tanto Julianito seguirá ensamblando muñecas para que el viejo Marcial pueda mecerse con sus babuchas de lujo. Ven gallega, me vas a arreglar la vida... no olvides que soy un forjador del porvenir. Esta noche saldremos a bailar y después te voy a forjar lo que tú y yo sabemos. Vamos, gallega, te agarro por la cintura y nos vamos. Por la ventana los veo viendo la televisión. Muñequitos rusos de hace veinte años, los mismos que yo veía cuando era niño... y me creía que era un forjador del porvenir.
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