La inmigración es hoy cosa de mujeres, no de hombres como sucedía a finales del siglo XX. La inmigración magrebí, la más numerosa desde los años ochenta, es protagonizada por hombres -el 63 por ciento de los marroquíes que actualmente residen en Cataluña son varones- que, después de unos años trabajando duro, traen a sus mujeres e hijos al país de acogida por el método de la reagrupación familiar. Los subsaharianos -el 73 por ciento de gambianos son hombres, por ejemplo- siguen el mismo patrón que los norteafricanos.
Entre los asiáticos, por contra, hay disparidad de criterio en función de las nacionalidades. En la migración procedente de China, más antigua y familiar, se da la presencia de diversas generaciones, acompañada de niños; mientras que la migración procedente de Pakistán está dominaba absolutamente por los hombres, con un 89 por ciento, según un informe del sociólogo Andreu Domingo, publicado por la Fundación Lluís Carulla.
En las corrientes migratorias procedentes de latinoamérica, sin embargo, son las mujeres las primeras en abandonar su pueblo natal para buscar un futuro mejor para su marido e hijos en el país de acogida. De los 334.937 suramericanos empadronados en 2006 en los casi mil municipios de Cataluña, más de la mitad son del sexo femenino. Por ejemplo, el 58 por ciento de los inmigrantes bolivianos son mujeres, un 55 por ciento de los colombianos o un 53,5 por ciento de los ecuatorianos, mientras que la diferencia de sexos es prácticamente inapreciable entre los argentinos.
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