martes, 18 de agosto de 2009

COMO LA VIDA MISMA . "AMADOR " DE FERNANDO LEÓN

REPORTAJE: cine
Como la vida misma
Fernando León, cineasta comprometido con la realidad, rueda su nuevo filme, 'Amador'El País, GREGORIO BELINCHÓN, 2009-08-18
En una de las paredes de la productora de Fernando León está colgado el cartel estadounidense de Los lunes al sol, es decir, Mondays in the sun, con un Bardem clavado al mafioso que encarnó en Collateral. El cineasta para delante del póster y comienza a reír: “Mira en Internet el tráiler americano. Pusieron de fondo música flamenca, no se oye ni un diálogo y la venden como si fuera un thriller de prostitutas y mafiosos”. Es decir, en los antípodas de esta historia de parados con la que logró la Concha de Oro de San Sebastián. León (Madrid, 1968) comienza mañana el rodaje de su quinto largometraje de ficción, Amador, y desde luego tampoco será un thriller. El Amador del título es un hombre que no puede salir de la cama, y que en un caluroso verano recibirá los cuidados de Marcela, una inmigrante peruana. Ambos esconden un secreto, y ambos se lo contarán al otro en un giro de guión que León prefiere no desvelar. “Es como si antes de ver Familia [su debut cinematográfico] te cuentan que la familia es de alquiler”.
Este agosto de temperaturas infernales le ayudará al menos a recrear el estío agobiante de Amador. Aunque en su oficina, a pocos pasos del Reina Sofía y de su casa, el calor firma una tregua. Allí, León de Aranoa se ha encerrado a ensayar con Celso Bugallo (Goya por Los lunes al sol) y Magaly Solier, conocida por La teta asustada.En su mesa se amontonan los dibujos, con los que el cineasta ilustra algunos de los planos más importantes, y varios folios del story board, que aún no ha acabado de rematar. Le gusta hacerlos él mismo, reminiscencia de antiguos trabajos de dibujante e ilustrador. No le causa ningún problema enseñarlos, aunque de los ensayos no da muchas pistas. “Me he encerrado con ellos, y con otros miembros del reparto, y ha ido muy bien. Me apetecía repetir con Celso; me vino a la cabeza desde el inicio de la historia. A Magaly la descubrí en un periódico, en un artículo previo al Oso de Oro en Berlín de La teta asustada. Su imagen, su mirada intensa y profunda… todo encaja con Marcela”.
Entre los papeles asoma el DVD de Una jornada particular, clásico del cine italiano de Ettore Scola. “Quería ver un color que sale en el filme”. Pero nada más, aquella historia no tiene que ver con la de Amador. “Cuando acabé Invisibles [documental para Médicos Sin Fronteras] había dos argumentos que tiraban de mí, y Amador era el último que empecé, en primavera del año pasado. Lo que ha hecho que me decida por este guión es su simplicidad. Bueno, relativa, porque habla de cosas complejas, interesantes, aunque a través del prisma de esta relación vivida dentro de una habitación. Marcela tiene un apuro económico, y por eso acepta el trabajo de acompañante de Amador. Me atraía hablar de esa profesión, de alguien que pasa horas con un anciano. Dos desconocidos en la ciudad, que en las largas horas de verano se confían secretos que resultarán ser complementarios”.
Enseña las maquetas de los decorados de los pisos de Marcela y Amador. Va apurado. “Si tuviera más horas el día… Estaremos nueve semanas rodando entre Madrid y Barcelona”. Vive tan encerrado con Marcela y Amador, que tras cuatro días de oír canciones de Michael Jackson salir desde todos los coches y las tiendas, León preguntó si pasaba algo con él.
Algo más le preocupa su espalda, su talón de Aquiles, y la cuida antes del esfuerzo de la filmación. “Habrá mitad interiores, mitad exteriores. Y por cierto, repito una de las localizaciones madrileñas, en San Blas, de Barrio. Es curioso, la zona sigue igual”, remata con tono triste.
También reincide con su tono, el que ha llevado a León de Aranoa a filmar películas de tintes sociales. “Hay algo que es inevitable, que permanece por encima de uno, que se va filtrando en mi cine, y es todo lo que me interesa, y las cosas y las personas que me atraen. Pero junto a ese tono social está el dilema que se le presenta a Marcela entre su necesidad y su conciencia. Algo que nos pasa en mayor o menor medida en nuestras vidas, entre la conveniencia y la conciencia; un choque que cuando lo he visto retratado en cine da mucho juego”.
¿Y la inmigración? “No quería tanto hablar del fenómeno, que es un tema interesantísimo, como de la realidad española. Si ahora se rodara El ladrón de bicicletas, Antonio [su protagonista] sería ecuatoriano, peruano o marroquí”. El cineasta disfruta hablando del derrumbe moral del protagonista y de cómo se mantiene vivo el filme de De Sica 50 años después. Y vuelta a la emigración. “En España, en general, desde las legislaciones y desde las instituciones se comete un error de base: contemplar la emigración como si fuera un problema propio. No, es un problema para el que tiene que salir de su país y dejar su casa. Más aún, si se piensa en abrir la mano, se ve desde ‘la ventaja propia’, para que hagan el trabajo sucio en los invernaderos. En el mejor de los casos es una visión buenista o bienintencionada, y sospecho que no es así. Me parece obsceno”.
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