viernes, 12 de junio de 2009

EL BRAZO QUE NOS RASCA LA ESPALDA

A DIESTRA Y SINIESTRA
El brazo que nos rasca la espalda
El Mundo, DAVID TORRES, 2009-06-12
En Germinal contaba Zola las miserias del capitalismo primigenio, cuando los mineros que escarbaban en las galerías en turnos extenuantes de 16 horas acababan convertidos en híbridos de hombre y topo. Menos mal que, en menos de siglo y medio, las condiciones laborales han mejorado mucho y además ahora tenemos un gobierno socialista que vela por los derechos de los trabajadores. También debemos felicitarnos por la concienciación social del empresario valenciano, que decidió arrojar sólo el brazo a la basura en lugar de arrojar a todo el operario. En otros tiempos, no muy lejanos, hubieran amasado el pan con carne para conseguir mendrugos más sustanciosos.
Franns Rilles Melgar vino de Bolivia en busca del gran sueño europeo y se encontró con una panificadora estajanovista donde lo deslomaban al ritmo de 12 horas diarias. Cuando la máquina lo dejó manco, su jefe limpió la sangre con mucho cuidado, tiró el brazo a un contenedor, lo llevó en coche cerca de un hospital y le indicó amablemente donde estaba la entrada. Un buen samaritano: ni siquiera le cobró la gasolina ni las manchas en la tapicería.
Da que pensar qué le habría sucedido a Franns en Bolivia o en las minas de la Francia del siglo XIX. Afortunadamente en la España del tercer milenio contamos con empresarios atentos, generosos y sensibles; con un formidable equipo de inspectores de trabajo y con un ministro del sector con nombre y oficio de cómico televisivo. Franns cobraba a razón de unos dos euros la hora, más que suficiente para tomarse dos cafés de los de Zapatero, tres si se saltaba de vez en cuando el almuerzo. Puede que no parezca mucho, pero es el mismo país donde le van a regalar 94 millones a otro inmigrante jardinero para que arregle el césped a patadas, y donde nos sobra dinero y garbo para darle a Maleni Álvarez, ex ministra y ex hazmerreír de la comarca, más de 20.000 euros mensuales sólo por quitárnosla de encima y que vaya al Parlamento europeo a contar chistes.
A Franns no pudieron reimplantarle el brazo porque su jefe tenía conciencia ecologista y lo recicló como era su obligación. Esta prisa en deshacerse de los desperdicios ha dejado a un hombre inválido pero al brazo todavía puede hacérsele un funeral digno, con la misma pompa con que el general Santa Anna enterró su pierna, o mejor, arreglarlo al estilo de una reliquia incorrupta de santo. Sería difícil encontrar a alguien más santo que este pobre hombre, tanto que a lo mejor le presta el brazo momificado a algún ministro o a un inspector de trabajo, para que, entre bostezo y bostezo, se rasque la espalda.

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