viernes, 6 de marzo de 2009

INTEGRACIÓN AMOROSA

Los matrimonios con personas autóctonas actúan como factor acelerador del arraigo de los inmigrantes llegados a Catalunya
Integración amorosa

La Vanguardia, LUIS BENVENUTY Barcelona , 2009-03-06

Los modelos estaban listos, pero los nervios atenazaban a Otman Chentouf. Aún faltaba para que sus prendas tintadas con de la tierra cruzaran la pasarela. Otman salió a las calles del Born a relajarse. Luego regresó a su desfile.

- Invitación – pidió el guarda.

- Soy uno de los diseñadores.

- Sin invitación no entra nadie, y tú menos.

Lo cuenta en su tetería y tienda de modas del Gòtic.

Otman nació en Asila (Marruecos) en 1970. Allí, a veces, los pescadores se despistan. La noche los sorprende. Alguno se estrella contra las rocas. Otman también hacía de guía, y cosía chilabas. Una noche vio a tiempo las rocas. Unos amigos sevillanos abrieron allí una tienda y lo hicieron encargado. Sus prendas, hechas con sacos y redes, se vendían en España. Pero nadie las vestía en Asila.

“SOS Racisme me invitó a un desfile en 1997. El consulado no quería darme el visado. Creía que me quedaría”, explica. “Trabajé de fontanero y cuidé ancianos”. Luego mintió a Barcelona Activa. Dijo que su familia era rica. Si le daban medio millón de pesetas para la tienda no se las llevaría a su país. Unas monjas de un centro social le prestaron 150.000 para alquilar un piso. Él se ofreció a enseñar costura.

Marta Treviño, una educadora social de entonces 20 años – hoy 30-daba allí clases de alfabetización. Otman la cortejó a lo marroquí: envió a una amiga para que le dijera que la invitaba a un té. Marta fue al poco a la tienda de Otman, recién abierta en la calle Banys Vells. Estaba enamorada de él desde que lo vio. “Nunca me llamó la atención lo árabe – dice la de l´Hospitalet-,y cuando conocí a Otman ni pensé que era marroquí”.

Fue un flechazo. A sus padres no les preocupó tanto que se fuera a vivir con un magrebí como con un desconocido. “Luego ves que la convivencia con alguien de otra cultura no es fácil – sigue Marta-.La primera vez que le vi de Ramadán lo pasé mal. No me dejaba besarle por las mañanas. Tenía que esperar a la noche. Otman no es un musulmán estricto, aunque supongo que yo tampoco podría vivir con un católico estricto. Pero en verdad el día a día es un tira y afloja. Nos influimos el uno al otro, nos equilibramos. Cambiamos lentamente para encontrar la armonía. Construimos algo nuevo”.

En el 2003 Otman ganó un premio municipal de jóvenes emprendedores. Pudo comprar un local en la calle Cirera. En dos años lo transformó en la tetería donde vende ropa. Luego, hace tres, nació Salim.

“Nuestras negociaciones son más difíciles desde entonces – dice Marta-,uno es más intransigente con un hijo, pero aunque a mí me educaron de un modo laico y a Otman de un modo religioso, a ambos nos hicieron para ser buenas personas. Siempre tenemos puntos de encuentro. Lo bueno del mestizaje, de la continua negociación, es que ves que pocas creencias son inamovibles. Otman le habla a Salim en árabe, le explica sus raíces, pero no trata de imponerle nada. Si Salim crece y es musulmán por decisión propia, no me importará”.

“Está claro que es catalán – tercia Otman-,basta escucharlo. Y si el país de mi hijo es Catalunya, el mío también lo es. Lo que pasa es que a veces soy Otman, el diseñador, y otras, un moro. Siento el rechazo en las calles, ¿cuánto tiempo van a considerarme inmigrante? Tengo la nacionalidad, voto y pago impuestos. A los alemanes no los llaman inmigrantes. Con la gente que me conoce no tengo problemas. Hace poco nos mudamos a l´Hospitalet. Con un hijo todo cambia: uno deja su ático, se aleja del centro y los ruidos. Me gustaría que Salim fuera musulmán, pero es difícil. Paso el día en la tienda, lo está criando su madre. Salim se parecerá más a ella, pero no importa. Sólo quiero que sea bueno. Los padres de Marta y los míos nos educaron para ser buenos, por eso acabamos entendiéndonos”.

La última vez que Otman regresó de Marruecos trataron, en la aduana, de echarle de la cola de los occidentales. Nadie creía que su pasaporte fuera auténtico.
En 54.000 pisos de Barcelona conviven españoles y extranjeros
Uno de cada diez hogares de la ciudad es de mujeres solas mayores de 65 años
por Ramon Suñé

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